
En esa estancia teníamos tres perros.Formaban un equipo formidable para las tareas de campo pero habían días que ellos no eran nuestros,eran de ellas.
Los perros huelen.Cualquier mujer sabe que un perro huele el jugo menstrual del pubis aunque lo aten a un árbol lejano.
Cuando la mujer menstrúa los perros despiertan,cantan a la luna del vientre que madura en la mujer,procuran su esencia.
Los colmillos blancos,el alma nocturna y luminosa huele el llanto menstrual y el hocico quiere acercarse a las estrellas negras.
Las mujeres se ruborizan.Abren las piernas.Se colocan toallas higiénicas.Disimulan la maduración interior,la voz del cuerpo.El perro huele las lagrimas de sangre femenina,el fruto espiritual de la gónada,la manzana terrible del epitelio.
La mujer se pone nerviosa.Consumen analgésicos,usan fragancias potentes,jabón neutro.Pero los perros insisten en oler.Es el instinto.
La luna vaginal ejerce una poderosa atracción sobre el olfato,una fuerza gravitatoria que los perros no pueden ignorar.Es la fecundidad de la mujer.Los hocicos tiemblan.La materia se transforma en energía.La materia se funde y fluye la energía,el zumo menstrual,la voz del vello.Grumos,coàgulos,nubes.
No puede entenderse a la mujer sin el perro.
Una historia,como la vida misma.
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